Saludablemente

12, Enero 2021

Conexión intestino-cerebro: cómo la digestión puede afectar el estado de ánimo

¿Alguna vez sentiste “mariposas” en la panza? Detrás de esa sensación hay una explicación científica. Hoy sabemos que el intestino y el cerebro están más conectados de lo que imaginamos.

Microbiota intestinal
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Microbiota es el nombre que se le da al conjunto de microorganismos presentes en un entorno determinado. En el caso del aparato digestivo, hablamos de microbiota intestinal (también conocida como flora intestinal). Estos microorganismos no solo participan en la digestión, sino que tienen un impacto directo en nuestro bienestar físico y emocional.

¿Por qué se dice que el intestino es el segundo cerebro?

Por extraño que pueda parecer, en el intestino contiene millones de neuronas. Si bien no piensan, sí se comunican con el cerebro a través del llamado eje intestino-cerebro, una autopista de información que va en ambos sentidos.

Esta conexión permite entender por qué tanta gente canaliza sus emociones a través de síntomas digestivos: el estrés, la ansiedad o incluso la tristeza pueden manifestarse como dolor abdominal, hinchazón o cambios en el tránsito intestinal.

¿Cómo influye la microbiota en las emociones?

La microbiota intestinal produce compuestos que afectan directamente al sistema nervioso. Uno de los más conocidos es la serotonina, la llamada “hormona de la felicidad”, de la cual más del 90% se genera en el intestino. Cuando esta comunidad de bacterias está en equilibrio, puede ayudarnos a mantenernos de mejor humor, con más energía y menos estrés.

En cambio, si se altera por factores como una alimentación deficiente, el uso de antibióticos, el estrés crónico o la falta de sueño, pueden aparecer no solo problemas digestivos, sino también emocionales: irritabilidad, fatiga, dificultad para concentrarse o estados de ánimo bajos.

Cómo cuidar el vínculo intestino-cerebro

Hay formas simples y accesibles de proteger la microbiota intestinal:

Consumir alimentos ricos en fibra: frutas, verduras, legumbres y cereales integrales son el combustible ideal para las bacterias buenas del intestino.

Incorporar alimentos fermentados: yogur, kéfir, chucrut o kombucha, que aportan probióticos naturales.

Reducir los ultraprocesados: azúcares, grasas trans y aditivos afectan negativamente a la microbiota.

Dormir bien y hacer actividad física: el movimiento y el descanso también benefician la salud intestinal.

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