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12, Enero 2021

Dalia Gutmann: “La comedia es hermosa, alivia el drama”

Dalia Gutmann se ganó un lugar indiscutido entre las figuras más importantes de la comedia argentina. En renovación constante, cuenta a Vida & Salud por qué eligió este camino, lo bueno y lo desafiante de hacer comedia; y los proyectos para el 2021 que recién comienza.

Foto gentileza Alejandra López

“Hay gente que tiene vocaciones muy claras y después hay otras más difusas.  A mí me costó un montón descubrirla”, confiesa Dalia Gutmann al mirar más de quince años para atrás. 

La reconocida comediante hoy es una de las caras indiscutidas del stand up local. Sin embargo, el camino, implicó una búsqueda y mucho aprendizaje. Tras recibirse de locutora en el ISER, comenzó a trabajar como cronista en un noticiero de televisión. “Me encantaba, pero me sentía sapo de otro pozo. Era medio ‘mete pata’”, cuenta. “Hasta que me mandaron a cubrir la temporada a Mar del Plata y empecé a soltarme, a hacer notas más de color y dije ‘esto es lo mío’”, recuerda. Esa sensación y haber conocido el  género de stand up “por error” en el teatro de comedia Bululú, en la zona de Congreso, la llevaron a dar el salto. “La vi a Nati Carulias, que es amiga, y desde el primer día me pareció espectacular: una persona que se sube al escenario sin escenografía, sin vestuario y hace un monólogo interno. Me pareció catártico, sanador; compartir algo de toda esa neurosis que tenemos adentro”, expresa. 

Dalia adoptó al humor no solo como profesión, sino como una forma de pararse frente a la vida. “Cuando era cronista no la pasaba mal, porque es muy buen laburo y te da mucha calle. Pero me angustiaba con las historias que cubría. Me anoté en un curso de stand up como hobby, para tener un espacio para divertirme  un poco y escuchar risas, lo que necesitaba”, sostiene. “En mi casa siempre se consumió comedia, Tato Bores, Juana Molina. Pero nunca pensé que podía ser una de ellos, para mí habían nacido en otro planeta la gente de la tele y el teatro. Con los años me fui dando cuenta de que podía formar parte de ese universo”, recuerda. 

Auténtica y espontánea, Dalia supo, con su propio estilo, instalar en los  escenarios de la mano de “Cosa de minas” (espectáculo que estrenó en  2011 y presentó hasta el año pasado), temas que no solían exponerse o, al menos, no en el plan de la comedia. “Lo que me parece que traté y funcionó, fue trasladar ese clima que hay en una charla con amigas, que te abrís, hablás de todo al mismo tiempo. Era rescatar ese espíritu y llevarlo  al escenario”, considera. 

En ese sentido, la clave también fue que estuviese precisamente pensado  desde un lugar de conocimiento. “A mí no me deja de sorprender que muchas veces obras de mujeres son guionadas por hombres. No lo entendí nunca”,  expresa la comediante que también se supo lucir como conductora y autora de tres libros: Entregada al Ridículo (2015), Cosa de minas (2015) y Tengo algo para decir (2019). 

Si bien el espectáculo mantuvo el  nombre durante los casi diez años que permaneció en cartel, el éxito puede explicarse también en la capacidad de repensar, modificar y sumar de la autora, atendiendo a  los cambios culturales y sociales de  la última década.

¿Cómo varió el show en estos años, desde que inició, hasta que  terminó el año pasado? 

“El feminismo atravesó un montón al espectáculo. Lo que vino a hacer con nosotras es empoderarnos y tomarnos en serio. Acá pasó un poco eso también.  Al principio hacía un humor muy poco empoderado, bardeándome a mí, a mi aspecto y después me empecé  a parar desde otro lugar.  

Los chistes los fui cambiando abriendo  los ojos con cuestiones que tienen que  ver con lo cotidiano, a medida que me daba cuenta de cosas, desde las más hogareñas, como por ejemplo que las mujeres no son de las casas, ni de las cocinas. Cuestiones que me iba dando cuenta que se habían construido mal en la sociedad. El show fue cambiando mucho. Como no soy buena en marketing no le cambiaba el nombre”. 

“Soy respetuosa y hay cosas con las que prefiero no meterme para hacer humor”.

Dalia Gutmann junto a su familia

¿Los cambios te llevaron a cuestionarte o replantearte algo en cuanto a los contenidos? 

“Me parece bastante injusto juzgar algo de hace diez años con los ojos de hoy, porque era otra sociedad. Si bien  yo decía unas burradas tremendas, no me juzgo porque en ese momento  creía que eran así y causaban gracia”. 

¿En el humor vale todo para hacer reír o hay límites? 

“Quizás diez años atrás te decía que no hay límite con el humor y que me rio de todo, pero ahora, que tengo 43, hay cosas con las que prefiero no meterme. También soy respetuosa de la onda que se genere cada noche. Ver si es un público más ‘ATP’ (para todas las edades), o si tiene ganas de hablar de sexo. Hay chistes que dan para  determinadas funciones y para otras no. Todas las funciones son distintas y cada público también. Hay que estar atento a que no te censure, tratar de ser lo más libre posible, pero sí, vas percibiendo cuándo está más receptivo  para ciertos temas o no”. 

¿Hay cierta responsabilidad también frente a lo que expresás en una función? 

“Al principio no me daba cuenta, pero en un momento me cayó la ficha de que lo que decía tenía consecuencias. Sobre todo si estás en un teatro, en un programa de radio o televisión, tenés que ser responsable de lo que decís  porque hay gente escuchando y que  tal vez te toma de ejemplo”. 

¿Hubo achaques en el camino? ¿Sentiste alguna vez que una  función salió mal o el público no se rió? 

“Me pasó mil veces darme cuenta de que no estuvo buena la función. Pero si me va mal, quiero revancha enseguida. Con otras cosas sí tiro la toalla rápido, en la comedia, no, quiero otra oportunidad. Aparte lamentablemente de las funciones que más se aprende  es de las malas. No es un género apto para gente que se frustra fácil: tenés que bancarte el ‘cri cri’, o que no se rían. Pero es hermosa la comedia, alivia el drama, hace que me banque todo, porque me gusta escuchar risas”.

“Si me va mal, quiero revancha enseguida. Con otras cosas sí tiro la toalla rápido, en la comedia, no”.

Y también se disfruta más después del sacrificio… 

“Sí. Es diferente del que es gracioso espontáneamente. En esos casos, a veces descansan mucho en ese don. Yo siento que no lo tengo. Entonces la tengo que laburar. Y hay una  particularidad que se da acá: cuando el trabajo está bien hecho, parece re fácil y que cualquiera lo puede hacer. Pero cuando está mal hecho es tremendo, un sufrimiento inmenso para el público”.

¿A vos qué te hace reír? 

“En general, muchas cosas, pero nunca supe definir bien qué. Algún día voy a tener que tener más claridad,  pero sigo comediantes en redes, como Ezequiel Campa, con ‘Dicky del  Solar’. Pero en general creo que me hace reír aquello que me sorprende. 

De todas formas, antes solo consumía  comedia, en series o películas, y en cuarentena empecé a abrirme un poco, a mirar otros géneros. Quise ver mujercitas y me quedé dormida. Pero me gusta ver todo y no ser prejuiciosa, no me gusta criticar lo que alguien hace, porque animarse a hacer ya es un montón”. 

¿Cómo te llevás con las redes sociales? 

“Les doy bastante bola. A veces escucho gente que dice que le gustaría estar menos pendiente, pero son entretenidas, te acompañan, es un poco el lugar de la televisión de antes.  En la pandemia tuve más tiempo de generar contenidos, sobre todo en  Instagram, que yo no lo hacía tanto y me parece divertido. Además, son muy  democráticas, porque uno puede seguir  y dejar de seguir a quien quiera”.  

“En la cuarentena tuve más tiempo de generar contenidos, sobre todo en Instagram, que yo no lo hacía tanto y me parece divertido”.

Dalia junto a su pareja Sebastián, y sus hijos Kiara y Federico

En el plano familiar  y del hogar ¿cómo transitaron los meses del 2020 en  cuarentena, cómo se modificó la dinámica, considerando que tenés  hijos en edad escolar  (Kiara y Federico)? 

“Fue insoportable y ningún padre responsable puede decir lo contrario.  Pero a su vez, también nos vinculó con nuestros hijos de una manera que no hubiese ocurrido nunca. Es muy fuerte, con todo lo bueno y todo lo malo que  tiene estar las 24 horas juntos. 

Yo saco mucho positivo: me conecté  con cosas que no me hubiese conectado nunca. Me volví medio fanática de las plantas, tengo perro. Caí en un montón de clichés de la cuarentena. Creo que zafé, pero muchísima gente la pasó mal. Por sentirse sola, por  tristeza, fue muy delicado a nivel anímico todo lo que pasó. Mis hijos tuvieron clases todo el año porque tenemos conexión a internet y todo,  pero no a todos les pasó. Los pibes la han pasado muy mal”.

¿Y en el plano profesional, con el cierre de los teatros? 

“Estuve actuando por Zoom y streaming, cosas que fueron rarísimas, hablándole a la computadora. Después se dio la posibilidad de hacer autocine, una oportunidad importante y no me la quería perder. Uno se va adaptando, porque hay momentos en los que no podés elegir, pero a los que hacemos esto nos gusta actuarle al público, escuchar  la risa, como corresponde”. El 2020 y la inesperada llegada de la  pandemia pusieron un freno y obligó a repensarse a gran parte de la sociedad. Desde lo profesional, desde el  hogar y en las formas de relacionarse. En el caso de Dalia, cambiaron los planes: la llevó a posponer para enero de este año el estreno de un nuevo espectáculo en el Teatro Maipo, originalmente planificado para el 2020. De todas maneras, el tiempo no fue para nada improductivo, en su opinión: “Todo el año pasado me sirvió para seguir pensando el show. Me entusiasma porque está bueno renovarse completamente”, cuenta.

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