Cultura y sociedad

12, Enero 2021

Waldemar Cubilla: Hizo gran parte de su carrera estando preso y hoy dirige una biblioteca popular.

Waldemar Cubilla es Sociólogo, Investigador, Docente y Director de la Biblioteca Popular “La Carcova”. Nos relata cómo el delito llegó a su vida casi sin que se diera cuenta, y nos explica cómo el paso por la cárcel se convirtió en la oportunidad de ser universitario, y también la actualidad del proyecto que permite a otros, cambiar de rumbo.

WALDEMAR CUBILLA
Waldemar Cubilla

Cuando Waldemar relata el comienzo de su historia llegan imágenes de sus juegos con amigos en una montaña de basura, buscando comida o cazando las palomas que se acercaban. “Para nosotros ha sido un basural muy propio, formaba parte de nuestra recreación, cuando uno es chico es como parte del paisaje y en ese entorno fui creciendo”, explicó.

Waldemar vivía con su papá, a la mañana iba a la escuela y a la tarde acompañaba a un grupo de carreros en sus recorridos por la capital.  “Eran cirujas de profesión, mi papá sabía que eran de confianza y era mejor ir, que estar solo en mi casa mientras él estaba trabajando. Los chicos íbamos de negocio en negocio pidiendo galletitas, los restos de los fiambres, ese era nuestro trabajo y nuestra diversión”.

“No tengo malos recuerdos de mi infancia. Siempre fui aplicado en mi casa y tenía mucha autonomía. A la mañana, mi papá se iba antes de que yo saliera para ir a la escuela. Entonces, para no ir solo, esperaba en la vereda que pasara alguna familia con chicos que iban a la misma escuela que yo. Si eran conocidos, me agregaba de una y sino unos metros atrás, para no molestar. Esta era, entre otras, mi manera de cuidarme, una estrategia de supervivencia”. 

¿Cómo empezó tu vínculo con la delincuencia? 

“Uno va creciendo y entrando en esos códigos que son culturales. Así como yo no entendí que comer de la basura estaba mal, tampoco entendí que estaba mal tener un arma o salir a robar, eran como pasos que se iban dando”.

“Y un día, no sé muy bien cómo pero ya tenía un revólver, un 32. Fui a buscar a unos pibes que sabía que robaban y les dije que les cambiaba el arma por una campera, para dársela a mi mamá que en invierno se moría de frío para ir a trabajar.  Como era mucho valor un arma por una campera, el pibe me dijo que saliera a robarla y cualquier otra cosa que quisiera. Me tiró la receta, me dio la bienvenida a ese mundo”. 

“Ahí empecé a armar mi propia bandita de pibes para salir a robar. Mientras tanto iba a la escuela, de hecho, con los primeros que empecé a robar y con los que fui preso, eran mis compañeros de secundaria”, recordó Waldemar. 

“Nunca dejé de estudiar y cuando fui preso, a los 17 años, no pude certificar que estaba por terminar el secundario y tuve que hacerlo todo de vuelta. Además, en la Unidad 36 de Magdalena hice mi experiencia como alumno avanzado, de forma extracurricular en la carrera de Derecho y ahí me imaginé universitario”.

“Nunca dejé de estudiar y me imaginé universitario”.

Con ese impulso latente, cuando salió en libertad, a los 23 años, comenzó a estudiar Derecho en una universidad privada y pudo sostenerlo durante dos años, pero volvió a delinquir.

¿Qué pasó en esa nueva entrada a la cárcel?

“En el año 2008 llegué a la Unidad 48 de San Martín, una cárcel muy nueva, sin ningún tipo de actividad orientada a la reinserción social. Como estaba a unas cuadras de mi barrio, mi familia me visitaba seguido y me traía libros, revistas”.

“La celda era tan chica que empezaron a llenarla, parecía que yo tenía una biblioteca propia. Empecé a compartirla y así, sin querer, surgió esta idea y mi primera experiencia de gestionarla, que en realidad era hacer pública mi biblioteca privada”. 

“La sacamos de mi celda y pedimos que nos habiliten un aula vacía. La construimos con otros compañeros presos, que también estaban en el palo de la educación, pidiendo libros: a las librerías, a las familias, a las editoriales; hasta que llenamos la sala. También empezamos a dar clases, yo de poesía, otro de dibujo”.

“Como todos los que estábamos en ese grupo ya habíamos terminado el secundario, pensamos que era tiempo de poder seguir estudiando. Mandamos una carta a mano alzada a la Universidad Nacional de San Martín, contando nuestra historia. Vinieron a conocernos, y vieron como un proyecto viable cursar la carrera de Sociología”.

“Éramos sólo cinco los que habíamos terminado el secundario, entonces pensamos en la posibilidad de que los guardias-cárceles estudiaran con nosotros. Así armamos una cohorte de 33 alumnos, entre guardias y presos. Al momento de definir los roles operativos del lugar en el que iba a funcionar la universidad, yo dije que iba a ser el bibliotecario y armé otra biblioteca más dentro de la misma cárcel”.

“Armamos una cohorte de 33 alumnos, entre guardias y presos”.

La Cárcova

Casi como un destino ineludible, o justamente por haber vivido en carne propia el poder transformador de ese espacio, otra biblioteca más aparece  en la historia. La Cárcova, la biblioteca popular de José León Suárez, Provincia de Buenos Aires. 

“Cuando salí en libertad, propuse que construyamos una biblioteca en la villa, creo que por inercia, porque era lo que sabía hacer. Empecé a hablar con algunos vecinos y decidimos limpiar una esquina donde todos tiraban basura y montamos la Biblioteca Popular La Carcova”.

“Salí en libertad en noviembre de 2011 y el 22 de enero del 2012 la biblioteca estaba en pie. ¡Hoy creció tanto!”

Sin dudarlo, Waldemar destaca el poder del trabajo conjunto para crear redes y convertir los sueños en realidades: “La biblioteca es el resultado de un proyecto político que empezamos hace años, una construcción colectiva. Hoy somos un grupo de trabajo de 20 compañeros y compañeras voluntarios. No podría haberlo hecho solo”. 

“La gente está muy agradecida a la Biblio porque les da la oportunidad de terminar sus estudios y de imaginarse universitarios también. Yo trabajo mucho en eso”. 

“No es cuestión de mérito, yo tuve mucha voluntad de hacer una vida distinta, pero sin el marco de un proyecto de una universidad, no hubiera podido hacerlo por mí mismo, sólo porque me gustaba leer”. Es necesario que los derechos estén garantizados por el Estado, en las villas, en las cárceles y en cualquier otro ámbito, para que la gente que quiera salir pueda lograrlo”.

La fachada de La Cárcova

Los nuevos proyectos

La pandemia también atravesó a La Cárcova, y durante esos tiempos de aislamiento la actividad de la biblio tuvo que girar hacia la virtualidad, lo cual implicó un gran esfuerzo para garantizar la conectividad de todos los miembros. Y también “por iniciativa de la comunidad surgió la necesidad de que el espacio realice una olla popular”.

Waldemar también nos cuenta sobre los proyectos más recientes, aquellos que están en marcha, como la formación en Arbitraje y mediación comunitaria que realizan a través de la sociedad con UAFA (Unión de árbitros del Fútbol Argentino). Una formación sin distinción de género, “porque la mayor preocupación en este tiempo tiene que ver con la generación de trabajo”.

Y también nos comparte aquellos proyectos que se acercan pronto: “el 14 de agosto será el lanzamiento de la Escuela popular de género y diversidades, que tiene el objetivo de convocar a personas para discutir y pensar escenarios donde la niñez se encuentre menos violentada”. 

Para encontrar a la Biblio en Instagram, Facebook, Twitter y Linkedin: “Biblioteca popular la Carcova” o vía mail: bibliocarcova.comunicación@gmail.com

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